martes, 12 de febrero de 2013

Esperas

Miré distraído a través del cristal de la ventana de nuestra habitación. Comenzaba a anochecer y unas sombras largas y doradas se derramaban  por el suelo de los baldosines blancos de la plaza, el aire caía aterciopelado y azul sobre las ruinas de la tronchada torre bruja y un ajetreo de transeúntes encendía la llamada de la noche. 
- Hace ya más de un mes que no sabemos nada de ella- dije, expresando al fin una preocupación que se había agarrado a mi sombra hacía varios días.
Intenté imaginármela otra vez caminando bajo la bóveda de unos extraños y hermosos árboles, encendiendo incienso ante una estatua imponente y oscura, tal vez escuchando tras una puerta cerrada, tal vez leyendo unas cartas que no le van dirigidas, o quizás siendo descubierta...
Me giré para mirar el silencio de Zo'ar, inquieto, la sola idea de que Versil la encontrara espiándole se me hacía insoportable. Y Elhéazar sólo leía, leía incansable aquellos pergaminos que habíamos robado de una de las bibliotecas más viejas del continente. Como si no me hubiera escuchado, como si no le importara. Sin embargo me constaba que la quería.
- ¿Ni siquiera las echas de menos?
Zo'ar levantó la mirada de los pergaminos y me atravesó con ella, oscura y densa.
- Irrelevante.- a veces me exasperaba.
- ¿Cómo que "irrelevante"? Nosotros la instamos para que le espiara. Prometió mantenerse en contacto y tú estás ahí tan tranquilo leyendo cuando hace más de un mes que no sabemos nada de ella.
- Es la segunda vez que lo dices, decirlo más no va a hacer que vuelva antes. -dijo volviendo a sumergirse en la lectura- Leer estos pergaminos tampoco, pero así me aseguraré de tener algo para cuando regrese.
Abrí la ventana y me acodé en el alféizar, aspiré la primera brisa de la noche, trayendo un olor a castaños y tormenta, pero la sensación desagradable que me habitaba el cuerpo no desaparecía.
"tengo un mal presentimiento"pensé.
- Tengo un mal presentimiento- dije pondiéndole de repente nombre en voz alta a mi ansiedad.
Elhéazar suspiró detrás de mi.
- Fuego está bien.- sus palabras sonaron firmes sobre el murmullo de los pergaminos al enrollarse.- No creo que Versil se atreva a hacerle nada... aún no. 
-¿Aún no?- me volví. Estaba metiendo sus cosas con cuidado dentro de su bolsa de viaje.- Al menos podrías disimular que me cuentas una mierda de todo lo que sabes.
- No es exactamente un conocimiento... sino más bien...- el tono de su voz estaba cargado de ironía, íbamos a acabar discutiendo- ¿Cómo lo dirías tu? una "corazonada", un "presentimiento".
- Lo dices como si nunca hubieras tenido un mal presentimiento.
- No, yo tengo sentimientos e intuiciones fundadas en algo, en algo que puedo explicar.
- ... casi siempre...- apostillé haciendo la mueca de una sonrisa.
No me contestó, metió las mudas limpias dentro de la bolsa y sacó su espada de debajo de la cama. Entonces me di cuenta de que seguramente estaba siendo cruel, a Zo'ar siempre le había disgustado reconocer que había cosas que no podían explicarse. Para él debía de ser como ponerlo a hacer equilibrismos al borde del abismo. Y desde que Fuego había aparecido en nuestras vidas lo inexplicable se había convertido en rutina.
A lo mejor si estaba preocupado y yo sólo estaba echándole más lecha al fuego. Lo evalué. Se había colgado la espada al cinto y ahora se echaba la capa sobre los hombros. La espada de su padre, sus libros, los pergaminos...
-¿A dónde vas?- inquirí paralizado por la sorpresa.
- A buscarla.- respondió, obvio, tranquilo mientras agarraba el pomo de la puerta. Pero aquella vez me pareció ver la blasfemia saltando detrás de su mirada.