lunes, 29 de noviembre de 2010

Razias

Cerré los ojos con fuerza en un intento de negarme el despertar.
Mi espalda y mi cabeza sentían la superficie dura y lisa ensalzada por el peso de mi cuerpo aterido de frío. Mis manos sobre el pecho contaban la elevación del aire fresco y profundo en la inspiración de mis pulmones. Un sonido de baile de hojas me rodeaba y mis piernas y costado sentían en los jirones y rotos de mis ropas los besos del viento.
Lentamente relajé mis párpados, el frío de mis músculos, el presentimiento agarrado a mi pecho y acepté la realidad antes de verla: no estaba en casa.
Sobre mí unos altos árboles de hojarasca oscura apuntaban un cielo de gris oscurecido: los retazos de una constelación brillante y roja se asomaban al círculo de copas.
Me incorporé casi con timidez para ver los plateados troncos de vetas moradas y suspiré al comprobar que la hierba seguía siendo verde.
- ¡Has venido! -dijo una voz reverencial a mis espaldas y me giré mitad sorprendido mitad asustado para contemplar el hermoso rostro difuminado de una joven.- Mi señor...
La observé asustado del significado de sus palabras y me bajé de la piedra en la que me hallaba poniéndola entre ambos.
- ¡Os he rogado tanto, mi Señor! ¡Tantas veces! Aquí mismo, tantas ofrendas...
Miré la piedra que sus manos señalaban, la que había velado mi sueño, la que me había traído desde el fragor de la batalla o la inconsciencia: Un altar, un humilde altar, tan sólo una piedra apenas labrada, apenas inscrita.
- ¿He.. errado en algo...? -preguntó temerosa al tiempo que se postraba ante mi gesto negado.
- No.. yo.. no soy quien tu piensas... Lo siento.- Atiné a decir antes de salir corriendo.
- ¡Esperad! ¡Mi señor! ¡Os lo suplico! ¡Oh Ilkaan Al Shaar! ¡Señor del Dolor Hijo del Deseo!
Me quedé helado, incapaz de avanzar, sintiendo el latido oscuro en mi pecho y lágrimas ardientes llagando mis mejillas.
- Ilkaan Al Shaar. -repitió firme la hechicera y deseé que no lo hiciera una vez más.- tuyo es el derecho de no atender los ruegos, mío el de proponerlos, escuchadlos al menos, os lo suplico.
Mi voluntad pudo ante la suya y avancé unos pasos hacia ninguna parte.
- ¡Ilkaan Al Shaar! -se alzó su voz en aquella noche gris, de plata y verde. Y mi ser se giró resignado al comprender la crueldad inevitable de los dioses.
Había avanzado hasta darle la espalda al altar y con los brazos abiertos invocaba mi nombre, como si de un dios se tratara.
- ¡Toma de mi dolor tu fuerza y procrea entre mis enemigos, cómete sus corazones, báñate con su sangre, escupe en su descendencia!¡Te serviré hasta haber muerto tres veces en tres mundos diferentes!
- ¡No!- quise gritar al ver las imágenes de los suplicios rodando ante mi como un vaticinio. Pero no dije nada, avancé sereno, satisfecho, complacido, deseoso "no..." de sangre, de aquella sangre, de aquel dolor y de aquellas muertes. La tome entre mis brazos horrorizado al hacerlo "no..." sonriendo y besé sus labios con mi dolor "no..." entero aterrorizado al sentir su placentera "no..." sangre lamiendo mis dientes.

- ¡No! ¡No! ¡No! ¡No!- Gritaba sin intención de dejar de hacerlo.
- ¡Haz que se callé o lo callaré yo para siempre! -se encadenó una voz ronca y desagradable entre mis interjecciones.
- ¡S'ira'kd! ¡S'ira'kd!- la voz de Elheazar me zarandeaba con fuerza al otro lado de los brazos que me agarraban- ¡Despiertate! ¡S'ira'kd!
Me incorporé de un salto mirándolos a todos con fiereza y desconfianza en mitad de la tienda de campaña. El ruido de los lastimeros quejidos del resto de los heridos, los hombres que jugaban al Og'jó fuera y las armaduras de una guardia al pasar se clavaron en mis carnes junto con las heridas aún no cicatrizadas de la última batalla.
- Un mal sueño.. ¿eh?- ronroneó estridente la voz del matasanos que sonreía al ver como me doblaba.
Elheazar me pasó una mano por debajo del brazo para ayudarme a volver a la cama, sus ojos brillaron de complicidad y preocupación tan sólo un instante.
- Una espada y una lanza bendecidas... -musitó conociendo mi inconsciencia-... las tengo conmigo, sanarás.
Pero no era eso lo que me preocupaba y me tumbé en la cama vigilando al matasanos de la tienda alejarse para hacer sufrir a otro enfermo.
- Alimentate. Lo necesitas.
Asentí incapaz de relajarme lo suficiente para hacer lo que el me pedía con el debido cuidado: Aún sentía deslizarse el sabor de la promesa por mi lengua.
Elheazar había vuelto a abrir el libro de pastas duras y pergamino ajado y posaba allí su mirada ignorando el mundo que palpitaba entorno suyo. Sonreí pensando en lo tonto de mis pesadillas en la firmeza de aquella mirada y en la poca importancia que tenían lejanos universos: En la tranquilidad de la enfermería descansaría un poco, saciaría mi hambre, que bien me lo había ganado, y luego beberíamos licor de patata lejos de aquellas razias mientras contábamos el botín y los planes.
- Te disipaste, un parpadeo apenas. -las palabras de Elheazar cortaron mis pensamientos con su murmullo, con su calculada y fría mirada aún prendida de la rígida piel de las letras.

2 comentarios:

  1. Bueno, bueno, bueno... Después de tanto, tantísimo tiempo...

    Interesante, muy interesante. Me lo he leído de pe a pa y me gusta mucho como ha quedado el final, incluido el laconismo de Gildûr. Por cierto, también los "no..." han quedado wonder, pero mi parte preferida sigue siendo la invocación... XDDD

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  2. Sólo diré una palabra: MOLAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!!!!!!!!!!! XDXD

    P.D: Genial lo de matasanos ;P

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